miércoles, 10 de agosto de 2011

Tara

Este es mi primer post en mucho tiempo, casi desde que creé este blog. Hasta hace poco no había tenido mucho que aportar a él, o viceversa, así que lo utilicé sólo para publicar un cartel de cine en el que estuve trabajando para divertirme. Parece que hace tanto tiempo...


Desgraciadamente desde hace algo más de un mes ha habido en mi vida una serie de acontecimientos muy dramáticos. Mi madre murió en junio tras una larga agonía, tanto para la familia como para ella. Tenía 90 años y se encontraba en un estado muy deteriorado del que nos producía angustia ser testigos. Se fue una mañana de verano, en su cama, en su propia casa como ella siempre quiso y cuidada por Gala, la señora ucraniana que llevaba 9 años con ella. No sufrió, si no contamos con que el conservar la conciencia en ese estado tan vegetativo sea un dolor en sí.


La pérdida, no por esperada fue menos dolorosa o significativa, ya que ante todo, cuando mueren tus padres pierdes tu referente anterior. Es como si perdieras algo de tu identidad, algo importante de tu historia se va con ellos. Eres tú el que se queda solo. Mueres un poco tú también.


Unos días después, en mi trabajo cayó una pequeña bomba. La crisis que nos acecha a todos finalmente nos había encontrado. La incertidumbre de la situación económica actual y la falta de clientes hicieron que nos bajaran el sueldo y, lo más importante, que nos metieran en el cuerpo el temor a que en cualquier momento nuestro modo de sustento podía acabarse.


La verdad es que cuando algo doloroso te sucede en tu ámbito familiar, todo lo demás pierde relevancia, incluso cuando tu trabajo peligra. Eso zarandea el suelo bajo los pies, pero la verdad es que no sientes la gravedad. La pena te lo impide. Esta noticia sin embargo, dadas las circunstancias no ha sido tan demoledora como cabría esperar, o lo ha sido para mis compañeros. Me invadía una extraña tranquilidad y la certeza de que todo tiene arreglo, con la obvia e irónica excepción de la muerte.


Lo que me lleva al motivo de que esté escribiendo estas líneas. Hace un mes ha ocurrido lo que no esperaba y sin embargo más temía en mi vida. Mi perra Tara murió. Era, me cuesta todavía decirlo en pasado, una golden retriever de sólo 9 años. Lo más duro que he hecho en mi vida ha sido autorizar al veterinario a que la durmiera porque estaba muy malita. La acompañé hasta el final y fui testigo de como se le iba la vida en los ojos, los más bonitos que he visto nunca. Tengo grabada esa imagen en mi retina y duele como un puñal. Estoy desconsolado. Y no sólo es el cúmulo de malas noticias acumuladas en poco tiempo. Es que me parece que no puedo con ello.


He leido que unos de los primeros pasos del duelo por un ser querido es la negación. Todo sucedió en una casa en la playa que alquiló mi hermano para pasar las vacaciones de julio. Por eso, al volver a mi casa, a la ciudad, me creé la ilusión de que ella no había muerto, que se había quedado de vacaciones allí en la playa con mi hermano. Pero esa fantasía se ha desvanecido muy pronto y me encuentro con que no puedo soportar la magnitud de mi pérdida. Me parece algo demasiado grande para abarcarlo. El dolor es como un monstruo temible agazapado en la sombra que me acecha en todo momento. Cada día cuando vuelvo a casa, cuando creo oir su respiración, cuando veo su cama que todavía no he sido capaz de quitar. Y no quiero hacerlo. Siento que le debo respeto a su memoria. No soporto pensar que voy a "borrarla" de mi vida deshaciéndome de todo lo que me recuerde a ella.


El otro día vi un golden retriever en el parque donde suelo pasear y donde lo hacía con ella hasta hace muy poco. Quería ser fuerte y pasar ese trago de ver a otros perritos paseando con sus amos como antes lo hacía yo. Me acerqué a ese golden porque su dueña es conocida. Sabía de mi pérdida y me dejó acariciarlo. No es lo mismo pero ha sido la única cosa que me ha dado un poco de consuelo en todo este dolor. Olía como ella y se comportaba igual de cariñoso con mis caricias. Tras despedirme me eché a llorar, pero al menos había tenido un pequeño trocito de Tara de nuevo. La echo tanto de menos! ¿Cuando pasará este dolor? A veces creo que no podré soportarlo pero confío en que, aunque tenga recaidas, llegará el día en que piense en Tara y en vez de una lagrima esboce una sonrisa.


Creo que necesitaba dejar por escrito estos sentimientos porque creo que es saludable hacerlo y sinceramente espero que lo sea. Y también espero que la próxima vez que publique sea en un tono más alegre. Ojalá.